Menos tu vientre,
todo es confuso.
Menos tu vientre,
todo es confuso.
Menos tu vientre,
Menos tu vientre,
todo es oculto.
Menos tu vientre,
todo inseguro,
todo postrero,
polvo sin mundo.
Menos tu vientre,
todo es oscuro.
Menos tu vientre
claro y profundo.
todo es oscuro.
Menos tu vientre
claro y profundo.
Hoy vamos a hablar de uno de los
poemas más sencillos y, a la vez, más hermosos de la literatura. Su autor fue
Miguel Hernández, nacido en una vida predestinada como cabrero pero en la que
se coló la poesía, lo que le hizo abandonar todo, enfrentándose a su padre,
para marchar a Madrid. Allí conoció a los poetas del 27, Lorca, Alberti,
Aleixandre… y también a un tal Pablo Neruda. Fueron años contradictorios, pues
junto al sueño de estar moviéndose en uno de los ambientes culturales más
excepcionales de la historia, estaban todas las penurias económicas que le
asfixiaban.
Pero las cosas le empezaron a ir
mejor. Publicó sus primeros libros, que sorprendieron por su calidad, y empezó
a ser respetado y querido por sus contemporáneos. La proclamación de II República
le llenó de esperanza. Era feliz con su novia de siempre, Josefina. La vida
funcionaba.
Pero de pronto todo se
volvió “confuso”, “oculto”, “inseguro”, “oscuro”. Llegó el golpe militar y la
Guerra Civil y Miguel no quiso estar callado. Se convierte en un miembro activo
del bando republicano. Pero España se desangra. Asesinan a Federico García
Lorca (“Como si paseara con tu sombra, paseo
con la mía”, le escribe Miguel). Nace y, en diez meses, muere su hijo (“hijo de la luz y de la sombra”). Y,
finalmente, es encarcelado. Allí enferma de tuberculosis y comienza una larga
agonía que le llevará a la muerte meses después.
Tanto sus sueños
poéticos como su lucha ideológica se han roto. Ya no podrá vivir esa vida de
poeta que soñó, ni luchar por un país mejor. Pero a la cárcel llega una carta
de su mujer: “Estoy embarazada”. Y en medio de la oscuridad y del dolor, Miguel,
al fin, encuentra un refugio “claro y profundo”, donde sonreir: el vientre de
Josefina.
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